Agua. Con agua te tragas, como píldoras, las palabras que quedaron hoy en la garganta. Las no dichas, las que no llegaron a fecundar el aire, las que no alcanzaron sonidos.
Esas que caducan al día, las que alguien quiso posponer para mañana, pero sabes que cuando traes palabras en la garganta: o las pronuncias o te ahogas. Hoy, hoy querías ese desahogo emocional, deshacerte de todas esas palabras. Escucharte, y que las escucharan. Mañana –bien dicen los que sí hablan- seré otro día. Otro día en que te reinventas y ya las palabras serán otras porque las de hoy, claro, las habrás tragado, una a una.
Querías hablar, sí, seguro querías hablar. Sin embargo, te quedaste sin interlocutor. Mañana… Pero sabes que ya no las vas a pronunciar. Tampoco te vas a ahogar. No las dirás mañana, a fin de cuentas esas palabras iban a contar historias que son solo tuyas y solo son importantes para ti. No las escuches en la soledad de tus paredes. Trágalas con agua. Una a una. Con agua…