Yo lloré porque no tenía zapatos, hasta que vi un niño que no tenía pies.
O. Guayasamín
El día que mi abuela me contó sobre su infancia yo miré mis muñecas y por primera vez no quise tener tantas.
Ella, que había jugado con botellas vestidas y que amarraba de un cordel un pedacito de madera para que sus hermanos jugaran con “carros”. Yo, que tenía una decena de muñecas, me sentí torpe.
A mi abuela la pobreza no la dejó titubear entre destinar un centavo para un refresco de cola o comprar una cabeza de ajo para la comida. Su juego de “las casitas” fue más real que el mío. Cuando terminaba la escuela se iba a envolver caramelos a una dulcería a cambio de 40 centavos semanales.
Dice que cada inicio de año las tiendas se llenaban con juguetes nuevos, para que los “reyes magos”, luego de recoger las cartas de los niños, fueran a comprar los regalos que ella y sus hermanos habían visto desde las vidrieras.
La escuché, pero no pude conocerla antes para darle mis muñecas.
Años después leí por primera vez Los miserables y también por primera vez un libro me conmovió. Comprendí por qué cuando Jean Valjean conoció a la pequeña Cosette decidió comprarle una muñeca.
La muñeca –escribió Víctor Hugo- es una de las más imperiosas necesidades y al mismo tiempo uno de los más encantadores instintos de la infancia femenina… El primer niño es la continuación de la última muñeca. Una niña sin muñeca, es casi tan desgraciada y enteramente tan imposible como una madre sin hijos.
Yo tuve muchas muñecas. Trigueñas, rubias, mulatas, de vestidos rosados, amarillos. Algunas, solo algunas tuvieron nombres.
Esos juguetes los conservé hasta hace unos años. No quería desprenderme de ellos. Guardé un conejo azul de algodón al que tuve que coser muchas veces, porque se le abría una herida cada vez que lo lavaba. Y otros muñecos viejos que me devolvían a los olores de mi infancia. Los demás los regalé a una prima y a Camila, una niña que a cada rato iba a mi casa a pedir una lata de arroz.
Esa niña me recordaba a mi abuela. Pequeña, menuda, pobre y con hermanos más pequeños.
A mi abuela solo pude escucharla. No pude enviarle muñecas 50 años atrás, ni darle otro centavo para un refresco. No pude. Pero Camila no tendrá que jugar con pomos. Ella no le contará a sus nietas que alguna vez fue huérfana de muñecas. Ella podrá ponerle nombres a las que un momento fueron mías.
Qué lindo y qué tierno, Leydi. Puedes, cuando tengas muchas, publicar un libro. Felicidades.
Gracias, verbiclara…por el momento sigo lanzando mis botellas al mar.
Esas historias de cierta forma también me son cercanas y se las escuché muchas veces a mi papá. Él y mis tíos tampoco tuvieron reyes magos y supieron recrear con botellas las yuntas de bueyes y con palos las «escopetas». Esa falta (con vidirieras abarrotadas de juguetes, especialmente en época de Navidad) no les impidió tener una infancia plena y que recuerdan todavía con toques de nostalgia
Es cierto, son historias que se repitieron. Y es muy triste ver los juguetes desde la vidriera sin poder tocarlos.
Dice mi abuela que el único trueque que tuvieron ella y sus hermanos no fue con los reyes magos, sino con un «ratoncito» que les dejaba un centavo debajo de la cama cuando se les caía un diente. Eso también fue pocas veces…porque los «ratoncitos» no tenían muchos centavos tampoco.
realmente llegaste a mi corazon, gracias por esta historia
gracias a ti, por leerme y por comentar. Son historias que he guardado por mucho tiempo y que quiero ir escribiendo en este blog…
Mi abuela no tuvo cama hasta que se casó, así que me imagino que muñecas menos que menos. Ese era un lujo que no podía permitirse. Y mi abuela de línea paterna cuenta con lágrimas en los ojos que una vez pasaron junto a una vidriera y una hermosa muñeca de espléndida cabellera rubia (como Bebé me figuro) estaba expuesta. Sin embargo su mamá tuvo que elegir entre un medicamento para otro de sus hijos o la muñeca y por las lágrimas de mi abuela, nunca la dejo contar el final de la historia. La muñeca siguió ahí ni se sabe el tiempo, recuerda mi abuela !tan sola! y ella con las ganas de acunarla en sus brazos y peinar la larga cabellera de oro.
Cuántas historias..gracias por compartirlas. En alguna medida los días de nuestros abuelos fueron parecidos, al menos de los que tuvieron carencias económicas. Por suerte tuvieron suficiente imaginación para acunar muñecas de madera o de botellas…mira, esta foto del post, que es de Korda, me ha conmovido siempre.
HOLA LEYDI
Hola, Clau
Me alegra encontrarte aquí. Qué bueno que hayas leído esto que lo escribí para nuestra Mima. Te quiero mucho, igual que a Robert, Ivana y a Lía. Un abrazo grande, ojalá pronto nos lo podamos dar, y puedas ver a Mima también, que te extraña.
Preciosa y conmovedora esta historia de muñecas, Leydi. Gracias por tu sensibilidad. Leyéndote recordé que fue precisamente Los Miserables el primer libro con el que lloré, no con la muñeca de Cossette sino con la bola de nieve que le tiraron a Fantine por la espalda cuando ya estaba muy enferma. Hay pasajes así, que tú sabes van a formar parte de tu vida para siempre. Intuyo que eso también habrá de pasarme con esta historia de muñecas.
Con Los miserables me conmoví más de una vez, cuando apresaron a Jean Valjean por robar un pan para alimentar a su hermana y sobrinos…cuando los sobrinos murieron -por frío o hambre-, cuando le lanzaron la bola de nieve a Fantine, cuando ella tuvo que vender su pelo y sus dientes para alimentar a su hija. Cuando vi a Cosette tan pequeña y menuda, de sirvienta en una casa, al punto de esconderse debajo de la mesa para jugar. Fueron muchos momentos.
Tienes razón, son historias que nos marcan. Yo, luego de escuchar a mi abuela, necesitaba escribir esta.. es que aún recuerdo esos días de mi niñez en que yo me imaginaba jugando con ella, porque mi abuela se detenía a mirar mis muñecas con la añoranza de su pasado.
Leydi, felicidades: muy sensible manera la tuya de recordar que, contrario a como cotorrean inciertas voces, la juventud de nuestros abuelos no fue toda prosperidad y fiesta. Todos quienes tenemos familias humildes tenemos mil historias sin muñecas que contar. Gracias por este post. Está hermoso.
Este post me llevó irremediablemente a este otro http://nyliam.wordpress.com/2010/01/27/mima-juana/, del blog a través del que llegué a tus botellas. Ambos desbordan sensibilidad, humanismo, ternura….Te seguiré leyendo….
gracias, Z, por seguir estas botellas que de vez en cuando pongo en el mar del ciberespacio.
Muy bueno Leydi, bien escrito, porque fue desde el alma.. un besote grande… y tu abuela tuvo que jugar con botellas disfrazadas pero a cada una de ellas le dio tanto amor, que seguro jamás se sintió infeliz!!! ojalá yo también hubiese podido regalarle una.
Gracias, Meli…sí, mi abuela le dio mucho amor a sus botellas. Y más amor a sus nietos..la adoro.
Te escribo con el teclado mojado… me hiciste saltar las lágrimas… A quién le regalo mis muñecas???
Mar, tus muñecas y tus historias las regalas desde tu blog…y eso también se agradece. Qué bueno que tenemos mares similares.
Leydi, qué conmovedora tu botella al mar, la última abuela que me quedaba viva, murió hace apenas un mes, debí haberle dado alguna de mis muñecas.
Qué hermosa historia de abuelas… la mía tiene cientos de historias parecidas que siempre digo que voy a escribir y nunca tengo tiempo. Así, con cosas como esta es como debemos enseñarle valores a nuestros hijos.
Leydi: No tengo nada nuevo que decirte. Solo, tal vez, que leyéndote pensé que me hubiera hecho falta un juego de niños con mis dos abuelos.
Hola Leydi, ahora navefgando por internet encontre tu historia y me ha conmovio mucho hasta el punto de querer llorar , la verdad que esas historias son muy triste por que un niño sin juguetes es como un día sin sol , la verdad que que es muy fuerte muchas personas pasaron por esta necesidad saludos
Gracias, Eliceth, por detenerte en estas botellas. No pierdas el rumbo de estos mares. Gracias, de nuevo, por leerme.
Leydi, igual que Mar estoy llorando, mi vieja, mi mamita, era cocinera de la burguesía, una vieja indígena dura pero dulce, que dulce era mi mamita. Por eso pelée, por eso entre otras razones me fui a la guerrilla y por eso soy sandinista y soy comunista y amo Cuba, donde ya nunca habrá esa tristeza, ya nunca.
Abrazote, mi amiga, gracias por tus escritos hermosos.
Gracias. Qué comentario más sentido el tuyo. Es cierto que Huérfana de muñecas fue una historia muy repetida entre nuestros mayores…
Leyyyyyyyyyyy!! cómo se llama tu abuelita??
Carmen, ese post fue por mi abuela materna, Carmen, que fue quien me crió y vive conmigo.
Gracias!
ah, dale un besito a tu abue por mi 😀
claro!! todos los besitos a las abue del mundo!!
Querido bloguero, usted ha sido nominado al Concurso El Buen Nieto y le ruego chequee esto enlaces y entenderá mejor de qué se trata:
http://izmatopia.wordpress.com/2012/04/12/el-por-que-de-la-encuesta/
http://izmatopia.wordpress.com/2012/04/13/al-fin-los-nominados/
Esto no es spam, es solo un homenaje a los abuelos y un reconocimiento a quienes escriben sobre ellos.
Gracias.
Pues claro, me consta que no es spam…¿cómo va a ser spam un correo de izmatopia?
Gracias por incluirme en este homenaje a los abuelos. Yo, como tú, adoro los míos. Un abrazo, y gracias…
si puedes dale publicidad… para que tus amigos vayan y lean y voten… ustedes los periodistas conocen muuuuuucha gente! jijijiji!!
y vota tú también… yo no he votado aún. QUiero mantenerme imparcial hasta el final…
jajaja, pura imparcialidad. Sí, imagino que si tienes que ejercer tu derecho al voto, votarías por todos, pues como se trata de los abuelos…
siiiiii! pero puse la encuesta para solo un voto, para ser justos… si me dejan a mi me quedo con todos y hasta le robo a los abuelitos para comérmelos a besos!!!!
😀
Pos no Izma… mi abuelita (tía-bisabuelita) es mía, mía, mía.
Infancias rotas, pero aunque parezca imposible, no siempre fueron infelices. Mi infancia tuvo alguna muñeca pero tuvo otras carencias que yo trataba de suplir con fantasía.
Hermoso y tierno relato.
Un abrazo, es cierto que la fantasía nos salva de muchos ratos amargos….
Hola Leydi por la foto de la bebe preciosa llegue a ti muy hermoza y profunda tu historia me salieron las lagrimas sigue escribiendo te deseo muchos exitos y por cierto como llama la nena de la foto es identica a mi hija mira mis fotos son iguales que DIOS TE BENDIGA
La foto es de un gran fotógrafo cubano: Alberto Díaz (Korda), que fue quien también tomó la famosa foto del Che Guevara. Esta se llama “La niña de la muñeca de palo”, y dice su autor que es su fotografía preferida, la que más le conmovió hacer.
Gracias por tus buenos deseos para mí. Qué bueno que te guste mi historia, bueno, la escribí yo, pero es sobre mi abuela, que no tuvo muñecas de niña. Un abrazo y regresa siempre que puedas a la ruta de estas botellas.
Exquisito post. Siempre que tengo una «botella» como esta frente a mí, se me ponen los pelos de punta!! Mi abuela arreglaba mis muñecas, y les hacía vestidos, y les borraba todos los pintorreteos que yo les hacía. En el fondo y después de mucho tiempo, supe que mi abuela «jugaba» con mis muñecas…
Ay, Claudia, ¡tu historia es muy conmovedora también! Cuánta ternura la de tu abuela.